Entre Naranjos
Resumen del Libro
¡Ay! cómo veía aún las risas escépticas y frías con que eran acogidas sus palabras, que él creía de ardorosa pasión. ¡Qué carcajada aquella, insolente y brutal como un latigazo, el día en que se atrevió a decir que estaba enamorado!–Nada de romanticismo, ¿eh, Rafaelito?… Si quiere usted que sigamos amigos, sea con la condición de que me trate como a un hombre. Camaradas y nada más.Y mirándole con sus ojos verdes, luminosos, diabólicos, se sentaba al piano y comenzaba uno de aquellos cantos ideales, como si quisiera con la magia del arte levantar una barrera entre los dos.Otro día estaba nerviosa, la molestaban las miradas de Rafael, sus palabras de amorosa adoración, y le decía con brutal franqueza.