Notas Para Una Filosofía De La Ilusión
Resumen del Libro
Cualquier día es «bueno» para que los medios de comunicación disparen noticias capaces de hacernos desesperar. Las alarmas reiteradas de guerra nuclear, la contaminación de la tierray de las estrellas, el reto semanal de la muerte en carretera, la irritación emocional que genera la superpolitización, el terrorismo y el golpismo… La mitad de la población sufre depresión. Si las distancias han sido acortadas, también los horizontes vitales. Las comunicaciones no solo transmiten mensajes sino que los crean, los manipulan… Hemos pasado del optimismo al pesimismo entusiasta. El desencanto por doquier. ¿Es que no hay alguna ilusión? La ilusión no es autoengaño sino depuración, no es adorno sino vital fundamento de la existencia humana. La ilusión no ruega la realidad sino que la transfigura. El hombre de hoy debe ilusionarse sin desencializarse, sin separarse de su naturaleza. Estos «elementos» que ofrecemos para articular una filosofía de la ilusión pretenden ser un punto de apoyo a un mundo anémico de ilusiones. La filosofía se fraguó y modeló secularmente en la triple tarea de anunciar, denunciar y pronunciar la ilusión. La filosofía purifica y envalentona la ilusión cuando se expresa como un juicio firme contra la muerte, el espectáculo, la decepción… Si la ilusión se pierde, la vida se desorienta, se exprime, se deprime, se apaga. La ilusión se problematiza sin remedio cuando se la equipara a la interrogante por el sentido de la vida: éste se convierte en tortura cuando la vida no proporciona un sentimiento sufriente de ser vivida, cuando se ha perdido la armonía entre la ciencia y la existencia. Ello sucede particularmente en épocas de abundancia de bienes económicos y de decadencia política. Es, por cierto, nuestra época.