Paralipómenos 1
Resumen del Libro
Cada día enfrentado a una página en blanco, marcada sólo por un número. ¿Puede un filósofo decir cosas a un público más amplio que el tan estrecho, mejor, exiguo, que es el suyo, al albur de lo que va aconteciendo, al hilo de sus propias cavilaciones? ¿Pueden sus reflexiones interesar a quien nunca ha leído las difíciles páginas que suelen ser las filosóficas? ¿Tiene algún interés lo que dice fuera de sus complicaciones propias? ¿Es capaz de utilizar un lenguaje comprensible por los felices mortales, si no siempre -esto es poco menos que imposible-, almenos sí casi siempre? Más que más, en el fondo, ¿tiene algo que decir? Simplemente, te hago notar que un filósofo, por pequeño que sea, nunca piensa por suelto, sino en coherencia de red. Las cosas que va diciendo son composibles unas con otras, se engarzan en cohesión de pensamiento. Buscan la verdad. Esto es esencial. Si no, son palabritas echadas al viento.